Demos un paso atrás en el tiempo, la Exposición Universal de Milán fue un gran escaparate para Italia, atrajo a millones de visitantes y puso todo el «sistema» italiano en el centro de atención, desde la comida hasta el turismo, pasando por la «industria». Fue un gran acontecimiento sobre todo para la arquitectura, en particular en lo que se refiere a la construcción temporal y la experimentación con los materiales, tanto desde el punto de vista de desempeño como estético.
El carácter temporal de los edificios requería el uso en gran medida de técnicas constructivas «ligeras», y esta «ligereza» se refleja en los conceptos y elecciones que recorren todos los pabellones, convirtiéndose en una expresión de la transformación cultural que ha experimentado los últimos años. años de crisis, y cambiaron los conceptos de bienestar y explotación de recursos de las sociedades avanzadas. También nos impulsó a reducir algunas consideraciones sobre los costos necesarios para construir una exposición con una (corta) duración de 6 meses, y el resultado es, para la mayoría de los pabellones, la conciencia de poder expresar las especificidades de cada país con opciones de simplicidad, evitando el efecto “Las Vegas” analizado por Venturi y Scott Brown con respecto a Expos pasadas.
Sencillez y formas icónicas que destacan los proyectos de Herzog y De Meuron para el Pabellón Slow Food, por ejemplo, construido íntegramente en madera, y de España, que con dos naves, una de madera y otra de acero, quiso expresar con sencillez, las dos almas del país, la tradición y la modernidad.
¿Y en el campo de los acabados? Si bien la madera fue el principal material utilizado para los pabellones, clústers y edificios de servicios, la Expo también fue un laboratorio de experimentación de otros materiales o, mejor, de su uso icónico y representativo.
No sólo la protección, por tanto, sino el uso de los acabados de forma creativa y sugerente para ayudar al visitante en un viaje sensorial vinculado a la comida, el medio ambiente, la cultura de cada país.
Esta experimentación se refleja en las tendencias en acabados: de hecho, cada vez es mayor la necesidad de garantizar la durabilidad de las pinturas de exterior y de añadir funcionalidad a los revestimientos. La envolvente, las fachadas, contribuyen cada vez más a las necesidades de ahorro y control de la eficiencia energética de un edificio. Paralelamente, se desarrollan productos de pintura que redefinen la percepción de los materiales, maderas metalizadas y con acabados cada vez más refinados estéticamente refinados, metales con “oxidados” y tratamientos particulares.

Por Danilo O. Malvolti, Presidente de ANVER (Association of Industrial Coaters) editor de La Rivista del Colore.
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